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El teclazo por la verdad

La historia de un Niñote que cultiva en rompecabezas

Texto y foto: Norland Rosendo González

Aguada de Moya (Camajuaní).― Para conocer bien de lo que es capaz este Niñote hay que armar un rompecabezas de tierras diferentes y productivas a la vez, en esta comarca distante a unos 4 kilómetros de Vueltas.

Por partes, usted apenas se entera de algunas de sus mejores cualidades, pero cuando las une, corrobora una verdad que otros, al parecer, no descubren: con un «círculo infantil» así no queda marabú en Cuba y habrá mucha más comida que hoy.

Entre los primeros juguetes de Pablo Domínguez Beltrán estuvo la mocha para ayudar a su papá en los cañaverales. A los 14 años, se enroló en su primera zafra y él solo llegó a llenar 4 carretas diarias de caña. Por su destreza, fue Héroe Nacional de la Zafra en 1976 al derribar unas 133 mil arrobas.

Cuando empezamos a caminar sus predios para localizarlo, pensé: «me engañaron, este hombre solo tiene 4 matas de yuca y un platanalito, ¿qué voy a escribir ahora? » Y a los cuatro pasos, se acabó la finca. «¿Pero ya?», se me escapó, por suerte antes de que apareciera ante nosotros un hombre alto y curtido, con un sombrero de guano con el ala doblada hacia abajo para protegerse del sol y un machete ajustado a la cintura.

«Buenos días. Me dijeron que me estaban buscando. Yo soy Pablo Domínguez Beltrán, aunque me dicen Niñote», y extendió una mano fuerte y con residuos aún frescos de tierra.

«Dicen que usted es un productor de avanzada... », le comenté para provocar la charla.

«Pero si yo no tengo ni dónde amarrar una chiva. Lo mío es por pedacitos. Solo me han dado menos de media caballería por el Decreto Ley 259, lo otro es de vecinos y amigos que me prestan un poquito por aquí, otro por allá, y así, hasta ver si un día me dan una caballería.

«Hace unos años, hubo una reunión en el cine de Camajuaní presidida por Orlando Lugo Fonte (presidente Nacional de la ANAP), en la que dijeron: "al primero que le vamos a dar tierra aquí es a Pablo Domínguez".

«Y todavía la estoy esperando. Parece que yo no tengo suerte para producir más comida para el pueblo. El difunto Alfredo Jordán, cuando era Ministro de la Agricultura, me dio, con carácter excepcional, la propiedad de un área. Tengo el papel en las manos, pero no me han entregado la tierra oficialmente.

«Para colmo, por aquí cerca hay un organopónico de piedras que desde que lo construyeron solo produce malas yerbas, pues no encontraron agua y la inversión quedó paralizada.

«Yo solo quiero que me lo presten para producir frijoles, si es que no me lo pueden vender o hacer otro contrato. Es como una hectárea y estoy seguro de que en cada cosecha logro unos 70 u 80 quintales.» Sin embargo, parece que algunos prefieren que sigan floreciendo allí las malezas, ante los ojos desconcertados de los moradores del lugar, indignados por el despilfarro de recursos sin utilidad alguna.

Mientras corta un racimo de plátanos burros de los que entregará próximamente a Acopio, este campesino asociado a la CCS (Fortalecida) Abel Santamaría Cuadrado, comenta que antes esa zona era un mar de aroma que le llegaba por la mitad a la mata de mago que nos sirve de cobija para hacer un alto en el recorrido por las dispersas piezas que conforman el rompecabezas productivo de Niñote.

― Para usted tumbar marabú no ha de ser tan difícil con la destreza que adquirió en las zafras, le digo a la vez que saco un pañuelo para secarme el sudor que me surca el rostro, sin ser aún mediodía.

― Así y todo, fue de anjá, responde. Yo quisiera más, pero tengo que conformarme con pedacitos. No obstante, en 2009 y 2010 entregué cada año 2 mil quintales entre viandas, hortalizas y granos, y este ya voy por 1500.

De frijoles nada más, un alimento que sustituye importaciones y agradece tanto la mesa del cubano, recogió el año pasado 80 quintales. Ya en este va por 49, más 8 de caupí, un tipo de ese grano que se puede sembrar cada 3 meses, de manera ininterrumpida.

Además, tiene sorgo, garbazo, trigo y «solo unos surcos de malanga porque el terreno no da para más», en uno de los espacios que le robó al marabuzal.

Cuenta con 3 mil matas de plátano criollo, 800 del burro y un poquito del llamado fruta. También cosecha ajo, calabaza, aguacate, mango y coco. Y a pesar de la carencia de tierra, dedica una porción a la vega, de donde el año pasado acopió 75 quintales de tabaco.

Encima de su casa construyó un cuarto para guardar semillas. «Ahí está el futuro», me advierte, mientras coge en sus manos un pomo de simientes de frijoles y otro de garbanzo.

«Hay quien coge la producción y la vende toda. Yo no, dejo la semilla de los años venideros. No solo la mía, de aquí se abastecen unos cuantos campesinos de la zona, y de un poquito más allá también.» Y cerca de la vivienda, cría cerdos y aves.

De las excretas de los animales hace abonos que riega en sus predios, además del humus de lombriz producido por él mismo para garantizar alimentos saludables y de primera. «Porque a mí me gusta que lo que entregue a Acopio sea de la máxima calidad posible, para eso trabajo», sentencia.

Niñote suelta los ojos a correr por las llanuras que circundan su morada y reitera: «sueño con una cosecha gigante de frijoles, si me dan la caballería, la voy a dedicar a ese grano, y vamos a ver cuánto produzco.»

«Hace falta que las reuniones de los campesinos sean más en el campo y no en los ciudades. Si los jefes bajaran más al surco, le aseguro que la gente que de verdad dobla el lomo se sentiría más comprometida y muchos problemas se resolverían», reflexiona en voz baja, a la vez que se aprieta el sombrero, apenado de que Raúl esté hablando tanto de producir comida y él no pueda aportar una cantidad mayor.

-Usted ya tiene 60 años, los jóvenes....

-Mire, periodista, a mí no me dicen Niñote por lindo. Cuando era chiquito, mi hermano mayor le decía a los viejos: «yo no puedo cargar al niñote este, pesa mucho». Y ahora, cuando más falta le hace al país, no quiero que nadie cargue conmigo si puedo seguir haciendo parir la tierra.

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