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El teclazo por la verdad

Unida, una mejor Bolivia es posible

Unida, una mejor Bolivia es posible

NORLAND ROSENDO GONZÁLEZ

Ante la estrategia Divide y Vencerás de los Estados Unidos en Bolivia, urge articular todas las fuerzas revolucionarias posibles para preservar la unidad de esa nación, que por primera vez en su historia tiene un mandatario que responde a los intereses de su pueblo.

Bolivia vive momentos cruciales. El escenario político es complejo en ese territorio, donde se debaten estrategias políticas que pudieran marcar el rumbo de otras naciones del continente.

Ante el empuje del gobierno popular, democrático y constitucional de Evo Morales, los Estados Unidos, preocupados por la pérdida de su hegemonía en el área, apelan a una de sus armas favoritas: estimular un movimiento separatista interno, que genere la crisis necesaria para desestabilizar y desmantelar al Gobierno central.

Con la victoria en las elecciones para la prefectura de Chuquisaca de la candidata de Alianza Comité Interinstitucional-Movimiento Popular Ciudadano (ACI-MPC), Savina Cuellar, suman cinco los departamentos cuyos dirigentes apuestan al separatismo: Santa Cruz, Tarija, Beni, Pando y Chuquisaca. Morales cuenta con el apoyo de Oruro, Potosí y La Paz.

Bien definida la estrategia de la oligarquía nacional boliviana, sobre todo en los territorios más ricos en yacimientos e industrias, y asesorada por los expertos de Washington en estos asuntos golpistas, la confrontación se radicaliza.

Por un lado, la oposición con la batería de los medios de propaganda emplazada y bombardeando mentiras y falacias, con millonarias sumas de dinero para gastar en función del boicot, y la permanente apoyatura de instructores ideológicos entrenados en las más reaccionarias escuelas de los Estados Unidos.

Por el otro, la Revolución cultural que encabeza Evo Morales para beneficio de las mayorías empobrecidas por ese mismo sector opositor que es el responsable de que Bolivia figure en la nómina de las naciones menos desarrolladas de América Latina.

Evo dignifica a millones de indios; la oligarquía los margina. Evo quiere una nación en la que convivan en armonía todas las etnias; la oligarquía, una nación racista. Evo apuesta por un desarrollo integral, sustentable, humano; la oligarquía prefiere el neoliberalismo.

Ante esa disyuntiva, Bolivia es hoy un escenario estratégico. La Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) impulsa allí importantes programas educacionales, de salud y de complementariedad económica que demuestran la fuerza de la unidad continental.

Washington, que ya ha perdido algunas batallas en la región, sobre todo la posibilidad de atenazar a los gobiernos con el ALCA, ejecuta en Bolivia una receta que pudiera aplicar también en Ecuador y  Venezuela. Al menos, eso intenta.

La fórmula no es nueva. Para el sociólogo James Petras, activo crítico del proyecto hegemónico mundial de EEUU, primero sientan las bases del movimiento separatista, con la exigencia de más autonomía y descentralización, y el empleo de tácticas para alcanzar el poder político local, acumular recursos económicos, reprimir grupos anti separatistas y minorías étnicas o religiosas que rechacen su proyecto.

 

El siguiente paso sería generar conflictos de mayor intensidad con las autoridades centrales, a partir de la apropiación ilegítima de recursos nacionales y la sustitución, casi siempre arbitraria, de los aliados locales del Gobierno.

 

Y justo ahí, en esa confrontación, entra en escena el apoyo exterior y el sistema de medios de propaganda imperiales para denunciar la represión de «movimientos nacionales pacíficos simplemente ejerciendo su derecho a la autodeterminación».

 

El discurso mediático, explica James Petras, se centra en conceptos que tienen varias lecturas, según sea la ideología de quien los enarbole: la autodeterminación y la autonomía, la descentralización y el autogobierno.

 

Ante ese llamado de la prensa reaccionaria, intervienen las ONG financiadas por EE UU y Europa, que atacan deliberadamente los esfuerzos del Gobierno por mantener un estado-nación unificado.

 

Ese es el esquema que aplican en Santa Cruz y en los demás departamentos cuyos prefectos y otras autoridades principales se oponen al Gobierno popular, democrático y constitucional de Evo Morales.

Y si tiene éxito, tratarían de exportarlo a Guayaquil (Ecuador) y Zulia (Venezuela), donde los oligarcas, alineados al poder de esas regiones, fomentan intentos separatistas contrarrevolucionarios para minar los gobiernos centrales, elegidos legítimamente por el voto popular.

Para la izquierda en América Latina resulta vital una posición común contra esa variante del divide y vencerás que promueve Washington. El continente vive momentos de cambios, de ascenso al poder de líderes revolucionarios y nacionalistas, que unidos pudieran concretar los añejos sueños de justicia, equidad, desarrollo y dignidad humana que durante siglos les han negado a las mayorías que viven al sur del Río Bravo.

La atomización del Estado boliviano constituiría un golpe contundente para la integración latinoamericana. Urge, entonces, articular todas las fuerzas revolucionarias posibles para preservar la unidad de esa nación, que por primera vez en su historia tiene un mandatario que responde a los intereses de su pueblo.

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