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El teclazo por la verdad

Los compases de la verdad

Los compases de la verdad
Por Norland Rosendo González

Son tiempos de un periodismo militante, profundo, pero con estilo y musicalidad. Las notas chatas, frías, que no tienen ritmo, suelen pasar por las páginas de los periódicos y las revistas, o las ediciones on line, sin saber que pasaron. Casi sin ser leídas.

Y el asunto no radica en hacer concesiones a las fórmulas comerciales de la prensa capitalista: decir poco, fuera de contexto, aderezado con sensacionalismo y grandilocuencia, y muchas imágenes grandes que impacten al lector y lo subyuguen emocionalmente.

Esa no es la prensa que requieren estos tiempos de contienda ideológica en el mundo. La eficacia informativa urge de disponer todos los cañones contra la mentira, las medias verdades y el silencio, como una batería bien emplazada, certera y contundente.

Solo así podremos superar las asimetrías en un escenario donde el enemigo, a no dudarlo, es muy potente en recursos tecnológicos, infraestructura y capital, pero pobre en ideas y razón.
Las industrias mediáticas refuerzan un discurso que intenta desmovilizar los sectores marginados de los países pobres, e incluso, a aquellos, cada vez más en número, que integran los cinturones de excluidos dentro de las sociedades desarrolladas.

Para eso, se alinean a la agenda de los medios más conservadores, al estilo del Washington Post, The New York Times y las televisoras, tan vigorosas con su imagen, en un mundo en el cual la cultura la dictan los medios.

Así, los circuitos para difundir sus falacias y tergiversaciones son tan amplios que refrendan el añejo axioma fascista de que una mentira repetida muchas veces se puede convertir en verdad.

Por eso, al bloqueo económico, comercial y financiero que Washington impone a Cuba lo denominan embargo, un concepto diferente, más tibio, para encubrir una política de cerco salvaje, aplicada unilateralmente y con la intención de eliminar una voz que disiente de su proyecto hegemónico mundial.

También omiten las verdades, tan irrebatibles como la de los cinco luchadores antiterroristas cubanos que los Estados Unidos mantienen presos, tras un juicio plagado de arbitrariedades en Miami, la capital de la mafia cubano americana.

Saben que un debate mediático sobre el tema generaría un cambio de opinión pública, manipulada como títeres por la información sesgada de la prensa anticubana de la Florida.
Ante esa realidad, las trasnacionales de la información optan por el silencio. Ni una nota ni un artículo. Nada de entrevistas a los abogados de la defensa, ni a los familiares.

En ese complejo escenario ideológico se debate la prensa cubana. Tiene la misión de taladrar mentiras, aportar ese otro punto de vista que callan los enemigos de la Revolución, y también quienes les hacen el juego, porque no tienen la suficiente independencia para defender la verdad.

Pobres lectores de la prensa capitalista, que en un mar de información, como la avalancha a la que se exponen diariamente, sobre todo en Internet, apenas pueden discernir el periodismo serio, sustentado en argumentos y reflexión, de ese «enlatado de noticias» que desinforma, embrutece y fragmenta.

En esa batalla de ideas, quienes apostamos por un mundo saludable y culto, debemos hacer un periodismo que se asemeje a la gente, con desenfado, elegancia y musicalidad en las oraciones.
Hay que ser hondo en los análisis, pero no aburridos; militante y comprometidos, pero no convertir la redacción en una barricada.

Esta guerra se gana con el arma más poderosa que tenemos: las ideas, que bien expresadas, surten un efecto que no hay escudo antimisil que las bloquee.

Con absoluta clarividencia el líder de la Revolución, Fidel Castro, lo ha reiterado: se necesitan periodistas preparados, que sepan tanto como un estadista, capaces de adelantarse a los acontecimientos, y con suficiente cultura.

Con esas lecciones, los profesionales de la prensa cubana defendemos el derecho de nuestro pueblo a construir el Socialismo, con los aportes de Marx, Lenin, José Martí, el Che Guevara y el propio Fidel.

En un mundo tan convulso, donde el capitalismo, máxime en su versión neoliberal, ha profundizado el deterioro climático, la hambruna y compromete el futuro de las generaciones, no queda otra alternativa para salvar a la humanidad que rebatir, días tras día, el discurso hegemónico de los grandes medios que atizan, deliberadamente, la crisis.

Pero todas esas verdades se leen mejor cuando llevan, además de la contundencia de los argumentos, la elegancia del lenguaje, el verbo sagaz y música en los textos.

El reto de la prensa cubana es grande; mas, sabremos cumplirlo, por nosotros, y por los tantos que en el planeta apuestan al éxito de nuestra resistencia, y de nuestro sueño de que otro mundo mejor, armónico y sano es posible.

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