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El teclazo por la verdad

LUZ DEL CENTRO ALUMBRA EL ORIENTE

NORLAND ROSENDO GONZÁLEZ

A un lado y otro de la ciudad de Santiago de Cuba los árboles caídos delatan la magnitud de los vientos ocasionados por el huracán Sandy. Uno no sabe si las raíces están hacia arriba o hacia abajo. Muy pocos tienen hojas.

Muchos de ellos, al caer, partieron los cables eléctricos y de comunicaciones y derribaron los postes que los soportaban. Nelson Espinosa Rodríguez, con 35 años en la empresa eléctrica de Villa Clara, dice que en su larga hoja de servicio para restablecer los daños de meteoros como este, nunca había visto tantos perjuicios.

Tiene los ojos rojos de dormir poco. «Me acuesto tarde y me levanto de madrugada», afirma este veterano en ciclones, que estuvo en Casilda, La Habana, Sagua la Grande, Elguea, varias veces en Pinar del Río…

Los santiagueros no tenían experiencia en este tipo de fenómenos. Lo de ellos son los temblores de tierra y Sandy los partió por el medio», me explica mientras desenrolla cable.

Unas horas después del paso de ciclón, desde Villa Clara partía la primera parte del contingente de eléctricos que ayuda a restablecer la luz en la ciudad. Actualmente, la brigada la integran 110 trabajadores, incluidos 15 que cumplen misión en Venezuela y tuvieron que volar con urgencia hasta oriente para sumarse a las labores recuperativas.

Los villaclareños restablecieron el servicio eléctrico en el hospital clínico quirúrgico Juan Bruno Zayas, la pasteurizadora, la fábrica de hielo, la Universidad de Ciencias Médicas y prevén hacerlo en unas 15 mil viviendas.

Como agradecimiento, los vecinos de las barriadas en las que laboran los electricistas de la provincia central beben café colado, la mayoría de las veces, en fogones de leña o carbón improvisados en los patios de muchos hogares que quedaron afectados por Sandy.

«Aquí los mosquitos están cruzados con alacranes», me comentó uno de los vecinos de la periferia de la urbe, que elogió el quehacer de los trabajadores de la empresa eléctrica. «Son héroes. No tienen horario, le entran temprano al barrio y no paran hasta que la noche no los deja trabajar más».

El ingeniero Idalberto González Ávila apenas llevaba 8 meses en Venezuela. A la una de la madrugada del 26 de octubre le pidieron que le avisara a varios linieros que partirían para Santiago de Cuba. Se pasó toda la madrugada en esa gestión y a las 8:00 a.m., le dieron una noticia que lo dejó electrizado: «Oye, tú también vuelas».

Aún no sabe si de aquí regresa a Venezuela o podrá pasar por su casa. Tampoco imaginó que su cumpleaños el pasado lunes lo pasaría en Cuba, pero lejos de su familia. A las 12 de la noche me llamaron de la casa y al amanecer recibí la felicitación de mis compañeros en el matutino.

Altamira es una de esos repartos periféricos con las que Sandy se ensañó. Según el presidente del Consejo Popular, más del 90 % de las viviendas fueron afectadas. «Pero Santiago es Santiago, lo dijo Raúl y lo repetimos nosotros», gritan a coro desde un portal reparado con algunas planchas viejas de cinc, mientras esperaban porque al fin tuvieran luz tras 15 días en apagón.

Poco a poco la ciudad va recuperando la vitalidad. Algunos aún no salen del asombro, pero la mayoría se ha sumado al trabajo para que el año próximo Santiago de Cuba pueda festejar los 5 siglos de fundada y los 60 años del Asalto al Cuartel Moncada con nuevos bríos.

Los eléctricos villaclareños estarán allá mientras sean necesarios. «La solidaridad es una de las virtudes del Socialismo», me recuerda una maestra que también elogia al contingente. «Mírelos, sudados, agotados, pero firmes, seguros, risueños. Cubanos al fin».

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