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El teclazo por la verdad

Entre goles y balas

Por Norland Rosendo González

En Sudáfrica, el mundo se ha vuelto chiquitico. Redondo igual, pero solo tiene el tamaño de una pelota de fútbol. En el medio campo (perdón, en el medio oriente), el juego parece que será aéreo, Israel, el bravucón de esa zona, ha solicitado un corredor celestial a Arabia Saudita para convertir a Irán en un infierno. Y en el otro extremo de la cancha, dos hermanos (Corea del norte y del sur) están a patada limpia desde hace años y ahora quieren ganar su partido a pura bala.
En todos los extremos hay juego fuerte, balonazos de mentiras, cabezazos, zancadillas y apenas los árbitros sacan unas muy pálidas tarjetas amarillas.
Pero los medios prefieren concentrarse en Sudáfrica. Allí están todos, tras los golazos, las discrepancias de los jugadores y sus técnicos, los chismes de pasillos. Puro teatro. Y mientras, en las otras canchas del mundo, los peores deportistas de la civilización apuestan al juego sucio, al fin de la historia, a la guerra.
Paradójicamente, la gente apenas sabe eso. Tantas noticias desde el sur de África no les dejan tiempo para comprender el verdadero peligro y esa es la mejor carta que se juegan los señores de la guerra, que nadie sepa qué hacen, y cuando despierten del sueño del Mundial, ya estarán en el escenario bélico.
Ya estarán los hermanos coreanos a bombazo cruzando. Azuzados por los Estados Unidos que se valieron de sus estrategias maquiavélicas para convertir la zona en un polvorín a punto de estallar. Al estilo de la gatica María Ramos (pone la bomba y esconde la mano), Washington ordenó secretamente la explosión de una nave surcoreana para que estos culparan a sus vecinos.
Y en el medio del campo, Irán no se doblega, sigue enriqueciendo uranio con fines pacíficos y con absoluto apego a las regulaciones universales para ese fin, pero al Tío Sam no le conviene eso. Y su voluntad es a rajatabla: no puede ser y basta. Y si insiste, pues cohete con ellos.
Ya les dio luz verde a sus ahijados sionistas para que prepararan la artillería. Ahora están en el proceso de minado ideológico, narcotizar a la opinión pública mundial, grandes dosis de mentiras, cuatro o cinco dosis diarias, para que cuando las bombas caigan aún esté en la somnolencia.
Vea fútbol. No se pierda ningún partido. Todos estamos en eso, parece que es el mensaje de los poderosos. Pero en realidad, están muy lejos de la pantalla deportiva, su juego es otro, y, lamentablemente, va por malos rumbos: hay arsenal nuclear suficiente para que nadie gane, porque, a fin de cuentas, qué le importa a un loco fanático lanzarnos a todos a las brasas del infierno. O jugamos limpio o adiós a la Tierra.

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