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El teclazo por la verdad

El Apocalipsis nuclear


Por Norland Rosendo González
En su desenfrenada carrera por conquistar el mundo y hasta el espacio sideral, los hombres sin cordura y con mucho dinero, han puesto a la civilización al borde del fin. Las guerras actuales por el petróleo, las venideras por el agua; el insaciable apetito de mercados, de esclavos (digo, de obreros con salarios de esclavos), de poder, un poder terrorista y demencial, han creado las condiciones para un posible Apocalipsis, un invierno nuclear que no toda la humanidad soportará.
Las temperaturas ambientales suben vertiginosamente, y a la par van las de la guerra. Allá, en el Medio Oriente, suenan los tambores de los bombazos, aceitan los cañones y los locos del poder israelí se frotan las manos porque dentro de poco, unos días nada más, pueden «iluminar» el cielo con la muerte. Qué bárbaros.
La península coreana arde también, solo que allí los chinos, cuerdos e inteligentes, median para evitar que alguien detone la primera bomba, aunque desde fuera, el Tío Sam azuza a las dos partes, como un titiritero del Apocalipsis.
Fidel Castro lleva semanas alertándolo, reflexionando sobre las consecuencias irreversibles del invierno nuclear por la mala decisión de alguien de disparar primero. Sabe que hay locos en el poder de algunas naciones dispuestos a calcinar a la especie humana, a convertir en interminables columnas de humo grisáceo el desarrollo humano que tanto tiempo y esfuerzo ha costado.
Fidel es un hombre que no vive esta era. Es un sabio que está por encima de nosotros, ve lejos, allá donde nuestros horizontes no llegan. Sabe que mañana será demasiado tarde si no ponemos orden ahora.
A él le duele que tanta chatarra informativa circule por los poderosos medios de la (in)comunicación, y que no haya debate serio, mientras la gente sigue caminando hacia el borde del abismo, sin saber que el fin está ahí, en sus narices.
Gracias a no sé qué (quiero pensar que es una mezcla de fuerzas terrenales y celestiales) está recuperado de una terrible enfermedad que lo tuvo casi al otro lado de la vida. Y ha vuelto a vestirse con el uniforme de campaña, porque esta guerra por la paz, por la supervivencia de la especia humana, no permite titubeos y sí de líderes audaces e inteligentes. Nadie como él. Constante, seguro, preclaro, humanista. Científico y práctico.
Ha movilizado al mundo, le ha solicitado al presidente del imperio, Barack Obama, que recoja su mano del botón nuclear, que se abstenga de ser el responsable de la catástrofe, y le ha dicho que es inteligente, que confía en su raciocinio, en su sentido común, en que honrará el Premio Nobel de la Paz que le concedieron. Fidel es así de gigante y de humilde.
El tiempo es breve, los segundos cuentan. Crear conciencia, sumar gente a la movilización mundial por la paz, es el imperativo del momento. Que nadie quede impasible; la prensa no puede dormirse. Hay que decir y decir, desenmascarar a los locos y darle voz a los cuerdos que defienden hoy, por sobre todas las cosas, el derecho a la vida, a la existencia del mundo.

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