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El teclazo por la verdad

Minutos que parecen horas


Por Norland Rosendo González
Un día antes de que el presidente de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) presente al Consejo de Seguridad de la ONU su informe sobre el tratamiento que Irán le ha dado al uranio de la discordia, ya el documento se filtró a la prensa, y anda circulando por las anchas avenidas de la desinformación al servicio de los jerarcas del poder mundial.
Nada que no fuera previsto por los analistas juiciosos; lamentablemente, ha sido redactado para complacer a los todopoderosos jinetes del Apocalipsis nuclear, quienes hace ya bastante tiempo vienen creando las condiciones para la tercera Guerra Mundial, solo que esta vez empezará como terminó la segunda: con bombas atómicas.
Quedan horas para que expire el plazo dado por el sacrosanto Consejo de Seguridad para iniciar la revisión de los barcos y aeronaves iraníes, con el propósito de verificar si transportan uranio enriquecido o las sustancias necesarias para ello.
La cruzada mediática está plantada, ambas vanguardias cruzan fuego. Los israelíes, con absoluto apego a su ideología sionista, insisten en que Teherán sí está enriqueciendo uranio y fabrica armas nucleares. Escogen cuidadosamente las frases más convenientes a sus intereses pronunciadas por los líderes iraníes; por ejemplo, cuando dicen que si Israel los ataca, ellos responderían y ese podría ser el fin de Tel Aviv.
Con tal línea discursiva simulan una posición defensiva y azuzan a la opinión pública contra los «perversos persas». Todos los medios sionistas enfatizan en esa idea. Y cuentan con una poderosa batería de aliados occidentales que difunden por sus circuitos mediáticos semejantes falacias.
La intoxicación informativa a la que se expone a la opinión pública internacional tiene tanta nocividad que lejos de aclarar la situación, la obstruye, desdibuja la realidad y el contexto, y vuelve a los buenos malos, y a los malos, los convierte en buenos.
Irán, fiel a su tradición nacionalista, de pueblo que ama la paz y la defiende a cualquier precio, ya ha explicado su posición, le ha permitido a los expertos de la ONU que monitoreen su proyecto nuclear, con fines pacíficos. Ha sugerido otras variantes para garantizar la energía que demanda.
Pero la maquinaria de la guerra no ha cesado de sonar. Nadie ha podido demostrar que Irán esté enriqueciendo uranio a los por cientos que se requieren para poder fabricar bombas atómicas. Pero en los informes oficiales y en la prensa de la (in)comunicación, todos redactados por occidente, se emplean términos ambiguos, que confunden, con el maquiavélico propósito de que la gente diga SÍ al ataque a los persas, de satanizar a Irán para que Washington y Tel Aviv tengan los argumentos necesarios para iniciar el holocausto nuclear, una suerte de invierno que pondrá a la humanidad al borde del fin, que retornará a la civilización a unos cuántos siglos atrás, y no en la máquina del tiempo, sino por la insensatez de algunos dementes con poder, cuyas apetencias de recursos y grandeza pueden destruir a la especie humana.
Los minutos parecen horas, y es imprescindible emplear el escaso tiempo disponible en alertar al mundo del peligro al que lo exponen, irracionalmente, los jinetes del Apocalipsis nuclear. No a la Guerra.

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