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El teclazo por la verdad

Al son de la plata en pelota

Al son de la plata en pelota

 

Por Norland Rosendo González

 

En el voleibol, la plata supo a flan. Pero en la pelota, no. Otra vez, Cuba no pudo ganar el bueno, y desde hace varios torneos venimos sacando lecciones (en teoría, al menos), sin que podamos cambiarle el color a las medallas.

A Puerto Rico se llevó un conjunto que, de antemano, casi todo el mundo sabía que iba a depender de los batazos largos. Un todos estrellas sin hombre proa, porque Héctor Olivera, aunque tenga buen tacto, no es un primer bate natural, dado a los toques de bola, exprimir hasta la cáscara al lanzador, dejarla caer entre dos...

Para colmo, Olivera fue enviado a la banca en la semifinal contra Venezuela, cuando era el líder en jits de la competencia. Una decisión que respeto, pero de la que discrepo, pues el que merecía la «bancoterapia» desde hacía varios juegos era Yuliesky Gourriel, quien en los últimos eventos internacionales se ha distanciado mucho de lo que fue su papá.

Las opciones tácticas estaban reducidas a dos o tres cambios ofensivos. Los cuatro jardineros fueron colocados en el line up, tratando de elevar el octanaje de la batería, muy menguada a partir de la segunda fase.

Martín Saura (aunque muchos lo critiquen; incluso, en exceso, como algunos periodistas nacionales) movió las pocas piezas disponibles, quizás más lento de lo que uno hubiese deseado.

Si en la semifinal, levantó del box a Yuliesky González justo a tiempo; en la fiesta por el oro aguantó a Vera un bateador más, y ese triple del zurdo Alexis Gómez con la casa llena le subió el volumen al merengue dominicano.

Las tres derrotas: dos frente a los campeones, y una contra los Estados Unidos, exhibieron una nota discordante en el son criollo, frente a lanzadores de recursos, nuestros bateadores se desesperan y se van con bolas malas, sobre todo, en la zona alta, con las que elevan mansos «palomones».

Los juegos de pelota también se ganan desestabilizando a los pitchers. Para eso, hay que saber tocar bolas, machucarlas, batear por detrás del corredor, «dejarse descolgar» tras un envío afuera y ponerla en la banda contraria a la mano del bateador. Y eso, no se improvisa, ni se logra en un entrenamiento.

Hay que desarrollar desde la base más habilidades en nuestros peloteros, y rescatar un evento que concentre la calidad, pues una cosa es darle jonrón a Perico Pérez y otra a Yadier Pedroso.

Concuerdo con la decisión de llevar solo dos receptores, eso permite incluir un jardinero o un pitcher más. Frank Camilo Morejón debe tener los arreos listos, pues sus toques son fuertes en la puerta del «Cuba».

Siete en el cuadro me pareció excesivo. Claro, eso «descubrió» otra flaqueza: los jugadores no son versátiles, como en otros equipos, por ejemplo, el norteamericano, que sí puede darse el lujo de llevar 11 ó 12 lanzadores, porque los defensores del cuadro lo hacen bien hasta en los jardines, y viceversa.

Si alguien más jugara la inicial, no hubiese hecho falta llevar dos primeras base; y si un camarero o antesalista se desempeñara bien en el campo corto, con un torpedero era suficiente. Creo que hay que adiestrar a un jardinero para sustituir en determinado momento al inicialista.

En el outfield, la historia es diferente. Hace tiempo no acudíamos a una cita sin un patrullero central, porque Yoennis Céspedes cubre la posición, pero buen fildeador no es. 

¿Qué nos hubiésemos hecho si se hubiera lesionado Cepeda, Céspedes, Bell o Despaigne? ¿Para qué fueron Pedro Luis Lazo, Norberto González e Ismel Jiménez? Los asientos de algunos de ellos mejor los hubiesen ocupado Giorvis Duvergel y Yoandry Urgellés. O Alexánder Rodríguez, si la preocupación estaba en el staff de lanzadores.

Las lecciones de Puerto Rico engrosan una carpeta que ya suma varias cuartillas. Hay que leerlas bien, con detenimiento, pues muchas recomendaciones son para venideros campeonatos nacionales.

Dentro de poco, comienza la última Copa Intercontinental de la historia, quedan unos días para hacerle cambios al son, opacado esta vez por merengues de oro en la tierra de la salsa. 

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