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El teclazo por la verdad

En el Escambray hay una localidad donde la luz viene de las nubes

En el Escambray hay una localidad donde la luz viene de las nubes

Texto y fotos: Norland Rosendo González

MANANTIALES (Jibacoa).― Cuando los meteorólogos anuncian temporales en la región central de Cuba, la gente que vive en este asentamiento del Escambray le da gracias al cielo por tanta lluvia. «Mientras más, mejor», le ruegan a los nubarrones plomizos.

Apenas los aguaceros «visten» las lomas que bordean al lago Hanabanilla, en los hogares sube el voltaje de la alegría, pues la abundancia de precipitaciones augura electricidad todo el día. De las nubes depende, y no del Sistema Electroenergético Nacional (SEN), como en la mayoría del territorio cubano.

Allá arriba, donde los días parecen estirarse más de 24 horas, funciona una de las seis pequeñas plantas que a partir de fuentes renovables genera energía para comunidades aisladas del  montañoso municipio de Manicaragua.

Cuatro alumnos observan un video sobre animales y plantas en la escuela primaria Mariana Grajales, a media mañana de principios de octubre, aunque el sol sigue escondido detrás de las empinadas cuestas del macizo Guamuhaya.

― El agua de la presa es verde y la de la playa es azul, me dijo con la inocencia de su segundo grado el pequeño Víctor Rivero Díaz, mientras sacaba de un paquete de plastilina los tubos de esos colores.

― ¿Y tú has ido a la playa?

― Yo no, pero la he visto por el televisor.

A su lado está Yusniovi Lugones Martínez atento a los flashazos de la cámara. «Lo mío es la pelota. Cuando no la ponen por la televisión, voy para la casa de un vecino a escucharla por la radio.»

― Tienes cara de irle a Industriales…

― Qué va, yo soy de Villa Clara. El «Sandino» es grande, ¿verdad? Yo quisiera ir alguna vez a ver un juego contra Las Tunas.

― ¿Y no sería mejor contra Industriales?

― No, no, no, ya te dije que de esos no quiero saber nada. Las Tunas porque batea muchos jonrones.

Ambos estudian junto a Kendry Hurtado Benítez y Yosniel López Martínez en la escuelita rural Mariana Grajales bajo la tutela del maestro Alfredo Cepeda Herrera.

«Para los medios audiovisuales y la computadora, tenemos un panel solar que alternamos con la electricidad de la Microhidroeléctrica, así los niños acceden a un conjunto de conocimientos esenciales con los que desarrollan habilidades y enriquecen su cultura. Se interesan mucho por los programas sobre los animales, los bosques, los océanos», explica Cepeda Herrera.

 

A Manantiales le subió el voltaje

El asentamiento tiene 40 viviendas —con cerca de 120 habitantes—, consultorio del médico de la familia, bodega, círculo social, herrería y un local para prestar algunos servicios básicos, y todos se benefician de la energía generada por la Micro.

«Hasta principios de los años 90 había una planta eléctrica que encendían un rato por la noche. Por esa fecha instalaron la Microhidroeléctrica que nos transformó la vida», rememora Idelmis Martínez Ojeda, la dependiente de la bodega y el círculo social, quien ha vivido toda la vida (44 años) en Manantiales.

Ahora hay corriente de 10:00 a.m. a 12 del mediodía y después de desde las 2:00 p.m. hasta las 12 de la noche. Pero si llueve a cántaros, entonces trabaja las 24 horas.

«Varias familias cuentan con DVD, refrigeradores, televisores, grabadoras, ventiladores y otros equipos. A veces, cuando apagan la planta a media noche, todavía algunos están viendo una telenovela mexicana o una película, y eso antes era un sueño aquí», sentencia esta mujer a la que los rigores de la vida en las alturas no le han adelantado el almanaque.

Lo malo es cuando la naturaleza se olvida de ellos. Entonces, a algunos les da por subirse en las cuestas de las lomas para tratar de exprimir las nubes, pues con la sequía la Micro solo funciona, a lo sumo, 4 horas al día.

 

Donde «nace» la energía

Para llegar a la instalación, a unos 600 metros del caserío, hay que cruzar el lago Hanabanilla a remo. Desde el 2007 disponen de una planta con tecnología moderna, aunque la antigua permanece aún allí por si alguna vez hace falta que vuelva a prender la luz en los rostros de la gente de Manantiales.

«Esta es de las más pequeñas de la región, explica el ingeniero eléctrico Yuniel Argüelles Domínguez, perteneciente a la Unidad Empresarial de Base (UEB) Hidroenergía de Villa Clara. Tiene una capacidad instalada de 15 KW, y el voltaje se mantiene estable entre los 90 y 110 volts. Todo eso se monitorea desde la pizarra.»

A través de un tubo de 6 pulgadas le entra el agua por gravedad a las turbinas. La energía cinética es transformada en la electricidad que consume la población, y el agua se vierte, con la misma pureza y transparencia, en la presa, para que pueda continuar el ciclo hidrológico: se evapore, condense, precipite, y corra por las lomas hasta el embalse construido a unos 200 metros más arriba de la «Micro», y de ahí…

Por un sinuoso trillo bajo frondosos árboles y acompañados de la sinfonía de los pájaros e insectos que se encajan sin piedad en la piel, subimos hasta el mismísimo sitio donde «nace» la energía de Manantiales, mientras caía una ligera llovizna que nunca nos mojó porque las hojas le «bloqueaban» el paso.

Aquí nací yo, afirmó al llegar al sitio, Eleuterio Gómez Rieche, uno de los tres operadores de la planta, quien donó el terreno para su construcción. La represa se hizo donde mis padres tenían un secadero de café. Hunde en el agua una vara para señalar el lugar exacto en el que comienza la conductora hasta la «Micro».

Es un paraje precioso, casi virgen. Desde allí se observa una cascada cuyo manantial brota un cuarto de kilómetro más arriba aún y desemboca en el dique por uno de los extremos; por el otro, un tubo recoge el agua de otro afluente menos caudaloso.

«La gente quiere que llueva mucho para que le entre más agua a esta represa. Así se le puede extraer más y por tanto, la generación de electricidad dura un período más largo», argumenta Gómez Rieche.

«Lo malo es que a veces se tupe y hay que cerrar la válvula de entrada a la Micro y subir con una guataca en mano», advierte Odalis (Loli) Calderón Villa, la única mujer operadora de esta planta y una de las dos que hace similar labor en el Escambray villaclareño.

La historia de Loli en estos trajines comenzó hace 8 años. Era una campesina dedicada al cultivo del café y frijoles, que no le cogió miedo a la corriente ni a cruzar el lago sola en un bote.

Durante cada turno de trabajo, de 7:00 a 7:00, ella o sus dos compañeros de faena velan porque el servicio llegue al asentamiento con la calidad adecuada y leen cada una hora el metrocontador para estar al tanto del consumo en Manantiales.

— ¿Y las noches son largas aquí?, le pregunté a Odalis, enfundada en su overol azul, casco protector y botas de goma. Las uñas de las manos estaban pintadas y adornaba su cuerpo con argollas, cadena y sortijas.

— Es cuestión de adaptarse. La tensión que provoca velar por el correcto funcionamiento de la planta, solo me deja tiempo para sentarme un rato frente a la presa Hanabanilla y sentir la gente que anda pescando en botes o el viento que mece las embarcaciones atracadas.

— ¿Es verdad que atraviesas a cualquier hora el lago?

— Pues sí. Lo más curioso es que aprendí a remar, pero no sé nadar. No he tenido problemas; por si acaso, los botes tienen salvavidas.

A diferencia de sus vecinos, a Loli no le gusta la música campesina ni la mexicana, pero le satisface contribuir a que ellos puedan disfrutarla, gracias a la voluntad de la Revolución para beneficiar a las comunidades rurales aisladas con tecnología para aprovechar las fuentes renovables de energía.

En Manantiales, el «voltaje» de la gente depende de los temporales de lluvia. La electricidad les «cae» del cielo.

Nota:

La Micro Hidroeléctrica tiene una capacidad instalada de hasta 50 KW. La Mini Hidroeléctrica: de 50 KW a 500 KW. La Pequeña Central Hidroeléctrica (PCH): de 500 a 5000 KW. Y la Central Hidroeléctrica (como Hanabanilla): + de 5000 KW.

 

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