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El teclazo por la verdad

Pan con balas

Pan con balas

Por Norland Rosendo González

 

La ilustración la trajo mi colega Pedro Méndez. Exacta para lo que quería escribir. Esta vez, una imagen vale más que mil palabras. He leído decenas de trabajos periodísticos sobre el terremoto en Haití. Todos los días, tras la guajira taza de café, me conecto a Internet y navego por varios sitios, desde europeos hasta latinoamericanos, pasando por los de la metrópoli de la información, los del Tío Sam.

Confieso que apenas veo imágenes, me duele tanta agresividad de la vida contra esa pobre gente. Navego por los textos, pero, intencionalmente, hundo las imágenes.

Sin embargo, no puedo rechazar las fotos y los vídeos de los militares del Tío Sam ocupando lo que queda de la porción francófona de esa isla.

Sin el menor pudor, han descendido de sus naves, aéreas y marítimas, con pertrechos de guerras y muy pocas medicinas. A punta de escopeta intentan calmar la sed y el hambre de los haitianos, los arrinconan, los humillan, los tratan como diablos que no debieron escapar a las fauces de la tierra.

Junto con el pan, ponen en el directo las balas. Por si los haitianos reclaman más.

Al lado, médicos cubanos y de otros países desenfundan jeringas y pinchan contra las posibles epidemias. Disparan vacunas, cápsulas, no cesan de trabajar en la trinchera, que no es militar, sino sanitaria.

¿Habrá pensado el Tío Sam que el sismo abrió un pozo de petróleo? Dios libre a los haitianos de semejante premio. El Tío Sam no los dejará reconstruir en paz. Y entonces, sí que el pan, horneado en Washington, vendrá con balas.

   

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